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¿Dominio total de Pogacar en 2025? Un vistazo al futuro del ciclismo | Ciclismo | Deportes | EL PAÍS

Existen quienes se convierten en ciclistas, soñadores que buscan explorar a un ritmo humano y por carreteras locales lo que se oculta tras los mapas. Para otros, el ciclismo representa una forma de subsistir, enfrentando con sufrimiento el hambre y la pobreza. Sin embargo, la mayoría aspira a transformar la hazaña deportiva en su labor cotidiana, anhelando ser campeones como Bernard Hinault, quien ha celebrado recientemente su 70 cumpleaños. Con un optimismo renovado, prevé que dentro de 30 años aún habrá un mundo por descubrir y revela que su ambición es superar a Raphäel Geminiani, quien falleció a los 99 años, y alcanzar la impresionante cifra de 100, al igual que Bernardo Ruiz, quien cumplirá esa edad el próximo 8 de enero.

Hinault habla de sus ídolos, del padre Anquetil, de Eddy Merckx, de quienes aprendió a ser el dictador en el pelotón y patrón de su equipo, autoridad imprescindible para quien quisiera ser campeón, ganador del Tour. Hinault lo fue, pero también vio asomar los nuevos tiempos, quizás más democráticos, seguramente más pragmáticos, inteligentes, de lo que ahora se llama liderazgo compartido. Así fue su coexistencia forzosa con Greg LeMond. Fue tan complicada que pareció entonces una tendencia en vía muerta, y las épocas de Indurain, primero, y de Lance Armstrong, sobre todo, así querían confirmarlo. Ambos ganadores, líderes únicos de un equipo con una única intención, fueron, por así decirlo, el canto del cisne de una época. Bien entrado el siglo XXI, los grandes equipos ya no son aventuras personales cuyo único objetivo es la supervivencia económica de quiénes los manejan. Son empresas con más de 100 empleados y 50 millones de euros de presupuesto gestionadas con criterios empresariales, de mercado, y los títulos de algunos de los responsables de sus consejos de administración, como el recién nombrado patrón del Soudal-Quick Step, Jurgen Foré, son diplomas y masters de escuelas de negocios y no victorias en la carretera.

Todas y todos los ciclistas, hasta Tadej Pogacar, el Merckx de este siglo, integran organizaciones que toman decisiones informadas científicamente y soportadas tecnológicamente. La tecnificación y la comercialización de la proeza, alarga la vida de las y los corredores, pero paradójicamente contrarresta en no pocas ocasiones el espectáculo de tácticas de antaño, con lejanos ataques ajenos a todo cálculo. La gran epopeya romántica del desastre, tan respetada en la Francia del Tour, cada vez es menos opción en el ciclismo de hoy. A pesar de que pequeños y grandes desastres son el día a día de este deporte.